Dans cette période de confinement, le LAD veut célébrer la JOURNEE DE LA LANGUE HISPANIQUE et la JOURNEE INTERNATIONALE DU LIVRE
Dans le cadre des travaux d’expression écrite en espagnol (LVB), les élèves ont rédigé des récits à la manière du réalisme magique. Nous voulons partager avec vous deux des meilleurs travaux. Bonne lecture !
INICIO: PEDRO PEDRAZA
Pedro Pedraza nunca fue un buen hombre o, al menos, nunca supo hacer el bien. Su alma estaba manchada desde su nacimiento, decía su madre, y no cabía duda de que tenía razón. A veces —esto era conocido por todos los habitantes de Cudillero—, los espíritus regresaban a nuestro mundo y al dar a luz a su primogénito, la Sra. Pedraza había oído sus lamentos infernales. Aunque la comadrona se enorgullecía de su ecuanimidad, apenas pudo ocultar su asombro al ver la cara torcida del bebé; la nariz aguileña, el espacio entre sus ojos, los labios descolorados y la piel diáfana, denotaban un profundo desequilibrio interior. En sus ojos diminutos ondeaba una calígine impenetrable, y su iris reposaba como el mar en la bruma. Una tristeza intensa colmó la habitación.
—Vinieron por mi hijo… —sollozó la Sra. Pedraza—. Y ahora está a merced de los espíritus.
Por lo tanto, desde muy joven, la mente de Pedro se llenaba de los gemidos de los fantasmas. Ellos nunca se iban, y él los conocía bien. Los veía en las ventanas de su cuarto, en el espejo del baño, y en las formas extrañas que se perfilaban en sus sueños. Esta música quejumbrosa que resonaba en su cabeza se infiltraba en él cada vez más, y pronto cambiaba la sinfonía de su entorno.
Pedro se gloriaba en la decadencia y la desesperación, y quitaba la paz, la esperanza y la felicidad del aire a su alrededor. Dondequiera que estuviera, la luz parecía atenuarse, y las personas que por desgracia se paraban a su lado se quedaban con nada más que las peores experiencias de sus vidas. Por eso, sus padres sólo lo cuidaban por obligación. No tenían miedo —los espíritus de Cudillero nunca dañaban a los habitantes del pueblo—, sino que no podían sufrir el sentimiento de congoja que su hijo expresaba.
Sin embargo, la quintaesencia de su alma no era tan mala como se podía hacer creer. En el abismo de su ser, estaba ocurriendo una lucha espiritual entre las voces malévolas que invadían su alma y el niño cariñoso que había estado anulado en su subconsciente. Aun así, este tumor despiadado que parasitaba su espíritu seguía proliferando, rechazando el amor y la esperanza, y consumiendo la melancolía de su ambiente. Pedro sufría por ende de una profunda soledad; apestaba a putrefacción, como si algo en él estuviera irremediablemente podrido. De su alma inquieta, desgarrada entre dos anfitriones, hizo de su angustia y de su agobio los temas obsesivos de sus bocetos. Trazos frenéticos de carboncillo estropeaban la blancura de las lonas, girando en todas direcciones, formando un mundo de tinieblas. Sin embargo, en algunas ocasiones, una leve luz parecía atravesar las nubes de grafito, como si el mismo Pedro saliera a la superficie de las sombras. A veces, su madre sentía esa presencia cálida, y le cantaba a su hijo una canción; y a veces, por sólo un segundo, Pedro volvía a ser él.
Pero este pequeño rayo de esperanza siempre fue destruido por el aura tenebrosa que emanaba de él. Para todos, Pedro estaba perdido. Los espíritus sólo infestaban a los más endebles, decía su padre, y un día, decidió que no cuidaría a un hijo tan débil. Por eso, lo envió a Cresquero, lejos de Cudillero donde las energías eran más potentes; y así empezó la historia de Pedro Pedraza.
Noah BAYARD – 1ª, 07/04/20
Las nubes oscuras
Es sólo en tiempos de soledad que realmente ves quién eres. Cuando estás sola, no hay nadie para juzgarte sino tú misma; bueno, ¡para la mayoría de las personas!
Mi tío fue el que sacó la parte loca de mí. La versión auténtica de mí misma. Me escondí detrás de mi inteligencia y mi sentido del humor. La gente vio y entendió lo que yo les permitía.
Mi tío Julio era viejo, no hacía mucho, estaba enfermo. Yo, siendo la pesimista que siempre he sido, esperé su muerte y mis lágrimas siempre estaban listas para correr por mi cara. Nunca entendí por qué todos pensaban que él lograría sobre vivir. Lo vi como era, una enfermedad incurable en un mundo nostálgico lleno de almas perdidas y sueños rotos.
Cada vez que se reía, el tosía y tosía, siempre era triste ver que su salud se degradaba así. Y fue peor cuando no pude darle una taza de té caliente para que se sintiera mejor. Así que me senté allí, lo miré con dolor. Lo único que quedaba de él era su buen humor. Nunca le faltaría una broma e hizo de cada situación incómoda una comedia. Nunca permitía que su enfermedad lo derribara, parecía que yo era la única que lo veía mal.
Una noche me quedé dormida junto a él. Su piel era suave y olía a menta. No quería dejarlo, pero mi madre insistió en que me acostara sola. Así que lo hice.
Me desperté esa mañana con las manos negras, sabía lo que había pasado. Mi tío Julio había muerto. La idea de un ser humano dejando atrás su cuerpo y dejando que su alma sea consumida por cualquier ser más grande daba miedo.
La gente del vecindario lo apreciaba y traía regalos y oraciones a mi familia. Lo que necesitábamos era encontrar su alma. Todos los muertos deambulan por los cielos sobre nosotros, esperan que los “derribemos” y los dejemos descansar. Mi tío era una de esas almas ahora. Yo estaba a cargo de tirar de él hacia abajo, siendo la más cercana a él. Me había estado preparando para esto por mucho tiempo, pero aún parecía irreal porque sucedió muy pronto. Solo supe hasta que todo mi cuerpo se oscureció; después de eso, instalado en las nubes si no podía volver a bajar ya nunca estaría en paz.
Comencé a juntar lo que necesitaba, una soga, una linterna, su comida favorita y mi carro. Las almas cambiaban sus lugares favoritos después de la muerte. Busqué en todos los bosques y cerca de cada playa pero no había rastro de mi tío Julio. Había escrito todos los lugares donde había sido más feliz pero sin suerte. Yo tiraba la cuerda y ella volvía a caer con la comida, él no estaba en esos lugares. El día había llegado a su fin, y no podíamos ir a buscar almas por la noche, así que tuve que esperar hasta el día siguiente.
Cuando me acosté en la cama, vi mis brazos y mi torso oscurecerse. Fue una noche inquieta. Llegó la mañana y salí tan pronto salió el sol. Estaba decidido a encontrarlo ese día. Regresé a los bosques y las playas, sin suerte. Conduje hasta el lago adonde íbamos a pescar, él no estaba allí. Cuando mis piernas se oscurecieron, supe que el final estaba cerca. Mi cara era la única parte que quedaba, y no podía continuar. Regresé a casa. Lloré en silencio evitando que el resto de mi familia supiera que había fallado en la única misión que me habían encargado.
Subí al techo con la soga y la comida, el viento frío me golpeó la cara y vi que las nubes se oscurecían. Todo estaba en silencio, el sonido de las voces de mis padres gritando mi nombre en la casa fue apagándose y mis ojos se llenaron de lágrimas. El único coraje que quedaba en mí me obligó a tirar la cuerda justo encima de mi casa. Cayó de nuevo, inmediatamente, sin comida adherida.
El tío Julio había estado esperando pacientemente que lo encontrara, justo encima de mí. Todo este tiempo había estado vigilándome, viendo mi punto más débil y lo estaba buscando tan lejos. El se quedó conmigo. Finalmente pude dejarlo descansar. Mientras hacía mi oración, cuidadosamente atrapé su alma en mi caja de almas, y lo enterré junto al jardín de menta que había plantado en nuestro patio trasero. Su alma ahora estaba en paz, y yo también.